martes, 14 de octubre de 2008

Good morning B.A

En la tierra de Gardel


El avión dió varias vueltas sobre Buenos Aires. El piloto informó que el tráfico aéreo estaba cargado en estas horas y tardaríamos un poco en aterrizar.
Miré por la ventanilla y pude ver el verde de la pampa, el marrón del Río de la Plata, el gris de la gran urbe.
La azafata nos dirigió la palabra por última vez.
- Por favor, abrocharse los cinturones de seguridad. Todo objeto pequeño debe ser guardado. Nos preparamos para realizar el aterrizaje. Gracias por viajar en American Airlines.

Nos aproximamos a Ezeiza.

Buenos Aires es una ciudad fabulosa. Copia de cualquier ciudad européa pero con cierto modernismo que se agolpa de espaldas al río mirando el vasto territorio de la Pampa.
Tierra promisora. Con sólo recordar a ese tal Caballo, uno puede imaginar millones de negocios posibles.

El avión tocó pista y carreteó suavemente. El desembarque tardó diez minutos. El check in fue pasable. Los policias aduaneros apenas miran los pasaportes. Con mi attaché pasé sin inconvenientes:
- Motivo de su visita a la Argentina?
- Vacaciones. Me encanta el tango y el asado.
- Muy bien señor. Sus papeles están en regla.
- Gracias.
- Que tenga una buena estadía en nuestro país.
- Thank you.

Los taxis aquí son lo contrario a los de Manhattan. Son negros con techos amarillos. Allí la mayoría son amarillos. Aunque la idiosincracia de los taxista debe ser la misma; imagino. Son como una raza aparte.

- A dónde se dirige señor?
- Al centro. A la city porteña.
- Bien.
- Cuanto cuesta el pasaje?
- Unos treinta pesos, señor.
Diez dólares, pensé. - Ok.

La autopista Richieri nos conducía al centro de la urbe. Me perdíe en el paisaje. Casitas precarias, edificios monoblocks y un tráfico que se hacía cada vez más denso a medida que nos acercábamos a la capital. El taxista estaba escuchando radio mientras manejaba.

- Digame. Cómo está todo por acá?
- Quiere que le cuente? - dijo, mientras bajaba el volumen de la radio.
- Me interesaría. Hace años que no vengo a la Argentina.
- Bueno. Acá todo está patas para arriba. Hace poco escuchaba en la 10, cómo nos perjudicará la crisis en Estados Unidos. De yapa la presidente parece no escuchar las advertencias de los especialistas. El negro Gonzalez Oro le canta la justa a esa mina.
- La diez?
- Si, la radio.
- ¡Ah! y qué opina usted de la crisis?
- Para mí, que se caguen los yanquis. Y ese Bush. Es de terror.
- Si. Bush es bastante particular.
- Pero parece que están por arreglar todo. Ya pusieron la platita y hasta europa salió a apoyar. Lo seguro es que acá, algunos se aviven y con la excusa de la crisis, comiencen a echar a los trabajadores.
- Bueno, es una posibilidad.
- Es lo más seguro señor. Ah, de dónde viene usted?
- De los Estados Unidos.

El taxista no dijo ningún comentario y se sumergió en su radio diez.

"Las callecitas de Buenos Aires tienen ese nos e que. ¿Viste?" Decía el tango que sonaba por la radio. Miré la ciudad. Llena de pozos y atestada de vehículos. Los edificios del micro centro son tan grises como los de Wall Street.
Por suerte hay un Sheraton en cada ciudad importante del mundo.

-

No hay comentarios: