miércoles, 6 de enero de 2010

Mr Makers is not dead

A quien le importa, lo que yo haga...

Mi sueño se prolongó por casi un año. Como la vieja historia norteamericana del hombre que se acostó a la sombra de un manzano y despertó cien años después, mi caso no había llegado a tanto tiempo pero la prudencia me obligó a guardar silencio durante un tiempo prudencial.
Ya me había mimetizado en las costumbres de la gente de esta ciudad. Tomaba mate con el quioskero de mitad de cuadra del Hotel Mercedes. Compraba de vez en cuando alguna revista o periódico morteamericano, aunque la información de lo que pasa en el norte aparece en todos los medios de la Argentina. Nos tienen muy encuento estos ñatos. - palabra que se me pegó en una tanguería donde intenté aprender a bailar tango -.
La cosa era que durante un año, casi, no había dado señales de vida a nadie que conociera mi pasado como broker de una compañía americana de inversiones de riesgo en países emergentes.
Los celulares los había desconectado y quitado el chip. Mi identidad se resguardaba bajo el seudónimo de Jorge. Las mozas del bar del hotel me conocían como jorgito, lo mismo que las chicas de la vuate que trabajan en el quinto.
Mi vida transcurría pasiblemente, gastando los dólares que había guardado en el forro del pantalón y esperando el momento para comenzar a accionar sobre los depósitos que había efectuado en una financiera de las islas Caimann.
Pero la curiosidad pudo con mi prudencia y una noche activé uno de los celulares. La casilla de mensajes marcaba cerca de cien llamados y cuarenta mensajes. Solo atiné a abrir el último de los mensajes. Decía : "ya te vamos a encontrar."
Bastó esa advertencia para apagar el aparato y desconectarlo. Habré hecho bien?